Patricia Mergö era una mujer
bella, femenina, sutil e inteligente y su rostro siempre vestía una dulce
sonrisa. Mujer perseverante y tenaz, durante un largo período de su vida,
olvidó las relaciones sociales y sus lazos personales para intentar alcanzar
sus objetivos profesionales.
Era una mujer actual, vital,
versátil, independiente. Quizás por ello no era sencillo entablar una relación
de confianza. Necesitaba que respetasen su espacio, su intimidad. Dinámica,
culta, elegante y sencilla al mismo tiempo, nunca pasaba desapercibida. Segura
de sí misma, se afanaba con ahínco en ocultar sus sentimientos.
Muy pocos la conocían. Para
muchos, era ese tipo de mujer inalcanzable a la que se aspira en sueños pero a
la que la realidad despierta con vanas esperanzas de lograr, no ya
conquistarla, sino incluso compartir con ella un instante.
Mergö era una mujer encantadora,
fresca, actual. Huía de estereotipos pero se dejaba seducir por la imagen y se
sabía atractiva. Le gustaba vestir con la sencillez de Pepe Jeans y su línea
Andy Warhol, se decidía por los granates de Oysho para los encajes y
transparencias sensuales o la personalidad alegre, libre, y valiente de los sabores
mediterráneos de Desigual. Pero también disfrutaba de la mezcla de referencias
e inconformismo de Jean Paul Gaultier, aunque prefería dejarse acariciar por
Hermés.
Era una mujer bonita, era una mujer
especial. Nació en Paris por casualidades de la vida y vivió es España hasta
que sus estudios la acompañaron a visitar Estados Unidos y Canadá. Tras su
estancia en Londres, donde acabó su formación, volvió a España y decidió hacer
lo que realmente sabía hacer (...)
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