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domingo, 17 de agosto de 2014

Santiago de Compostela, 25 de Julio; el tesoro de las cuatro sotas

Santiago de Compostela, 25 de Julio; el tesoro de las cuatro sotas

Noe caminó entre los frondosos árboles erguidos a ambos lados del paseo. Cruzó hacia la entrada a la zona vieja de la ciudad y tras recorrer la Rúa da Raiña, se adentró en la Plaza del Obradoiro, el centro monumental de la ciudad, en la que se según contaba la tradición, hacía siglos se albergaron los talleres de canteros que trabajaron en la construcción de la fachada barroca de la Catedral, que dominaba imponente la plaza dando la bienvenida a los peregrinos que llegaban por el milenario Camino de Santiago.

Las coordenadas del juego llevaron a Noe a uno de los laterales del Palacio de Raxoi, sede actual del Ayuntamiento, frente a la Catedral y al mismo tiempo custodiado por los edificios que cerraban la plaza; el Hostal de los Reyes Católicos, hoy parador nacional, en su día hospital de peregrinos y el Colegio de San Xerome, sede del rectorado de la Universidad.

Allí estaba Noe, frente a la manifestación arquitectónica de los principales símbolos de la vida de la capital gallega: la religión, la educación, el viajero y la Administración.

Sus últimos pasos la acercaron a la balconada lateral del Palacio, justo sobre las dependencias de la policía local y frente a la iglesia de San Fructuoso, decorada por las cuatro virtudes cardinales, aunque conocida por los lugareños, como la iglesia de "las cuatro sotas de la baraja".

La iglesia de "Las Angustias de Abajo", dedicada a San Fructuoso, asumió el nombre del obispo de Tarragona, que dicen fue víctima de la persecución orquestada por los emperadores Valeriano y Galieno, quienes hacia la segunda mitad del siglo III, ordenaron su martirio hasta la muerte. En su memoria, ya bien entrado el siglo XVIII y al típico estilo barroco compostelano, Lucas Ferro Caaveiro firmó el proyecto inicial de aquella obra monumental, frente a la que Noe se encontraba en aquel instante.

Noe consultó nuevamente las coordenadas marcadas por el GPS de su teléfono móvil y se cercioró de que se hallaba en el lugar exacto indicado por el juego.

Allí, bajo el suave sol de un 25 de Julio, siglos de historia la contemplaban al son de la música de las legendarias gaitas que, aprovechando la singular acústica del lugar, daban la bienvenida al día de la patria gallega.

No le costó mucho descubrir las cuatro virtudes que custodiaban el campanario.

Más tiempo le llevó localizar la escalofriante imagen de una calavera y el inquietante mensaje escondido en el muro sur de la capilla, a unos tres o cuatro metros de altura y en el que se leía:
"Ut video vidi. Sicut me videtis videtis"

Noe introdujo en Google la frase en latín y en un instante el enigma se transformó en un proverbio que ahora ya podía entender: "Como te ves, yo me vi. Como me ves, tú también te verás".
Ciertamente, sobrecogía.

No podría asegurar con certeza el tiempo que hubo de emplear en escudriñar con disimulo los entresijos de los muros y la balconada que se abría ante sí. Hubiera jurado que no fueron tantas, pero el reloj de su teléfono delataba que había necesitado cinco horas para encontrar entre los líquenes y el musgo de la oquedad del granito, lo que parecía el envase hermético de plástico negro de un carrete fotográfico de 35mm.


Lo había conseguido. Había descubierto su primer tesoro. Sólo le restaba firmar la bitácora, conocer el reto y: cumplirlo.

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