El encuentro
Aquella noche intentó aproximarse
a él, llamar su atención. Buscó conscientemente el momento para aproximarse y
simuló un roce espontáneo con su brazo. El advirtió la intención, pero lejos de
aprovecharse de la sutil insinuación la miró directamente y sonrió. Noe le
devolvió una sonrisa pícara, pero natural. Noe no se sintió incomodada cuando
él se acercó. Supo elegir el momento oportuno, se acercó a ella sin prisas sin
invadir su espacio pero apuntando su mirada a sus ojos, manteniendo el contacto
visual. Parecía dominar la situación, proyectaba seguridad cuando se acercaba
lentamente hacia ella. Aquello, cuando menos le parecía interesante, pero en su
mirada había algo especialmente seductor, era una mirada cargada de
sensualidad. Sus ojos parecían buscar lazos sutiles sin aparentar coquetería.
La comisura de sus labios junto a la expresión de sus ojos, le proyectaban una
expresión seductora adornada por una ligera sonrisa.
Aunque cuando un hombre sonríe
mucho puede inspirar confianza, a Noe le atraía más un hombre que sonríe poco,
porque le parecía más enigmático y aquella noche se sentía atraída por aquella
misteriosa sonrisa. Parecía decirle “si, te miro a ti” y aquello despertó aún
más su interés por él. Su rostro parecía decir de él que era más bien fiel a
encuentros fugaces y amoríos ardientes que a las relaciones duraderas, pero
quizás aquello, unido a halo de madurez que le invitaba a desvelar el secreto
de su edad, a Noe parecía atraerle más.
Dicen que existen mil formas de
acercarse a una mujer y que muchos hombres estudian las primeras frases que han
de dirigir a una mujer en un primer encuentro. Cuentan incluso que existen
innumerables estudios antropológicos que analizan los gestos, la expresión, los
movimientos y un sinfín de aspectos que desgranan las conductas y sus
resultados. Noe se sabía atractiva y había acumulado experiencia ante tanto
macho alfa que buscaba una conquista fugaz haciendo uso de tan manidos clichés
y estereotipos. Le resultaban perfectamente reconocibles los hombres que
acostumbraban a confiar en la idea errónea y generalizada de que lo que
funciona, funciona, sin preocuparse de la genuina naturalidad. Por eso, aquel
simple “hola”, le encantó y sin dejar de mirar sus verdes ojos le respondió y
se sorprendió.