(…)
Noe acostumbraba a anotar en su
diario, frases anónimas y rimas de autores que buscaban con sus palabras
condensar los sentimientos de un momento. Pero Noe disfrutaba más si cabe
cuando describía con palabras sus propios sentimientos para guardarlos en aquél
recóndito archivo en el que ocultaba su vida, sus anhelos y sus fantasías.
Noe había encontrado en su ipad
un confidente, un cofre para sus recuerdos y sus secretos, un baúl donde anotar
sin reservas sus misterios, sus confidencias, sus íntimas vivencias, un lugar
donde escribir sus poemas, sus cuentos, sus historias. Un espacio virtual en el
que poder compartir con sus contadas almas gemelas las experiencias de una
vida. Era, en definitiva, su particular club de los poetas muertos.
Noe acabó de escribir su cita de
aquél día y tras apagar su ipad pensó en aquella frase. Sintió que disfrutaba
en compañía de sus versos y aún sabiendo de su ausencia, se abandonó en abrazos a
los designios de Morfeo.