24 de julio de 2013, a 3 km de
Santiago de Compostela
(...) El silencio lo inundó todo.
El vacío se apoderó de aquel lugar en apenas unos segundos. En tan sólo un
instante la vida se detuvo para dar paso al mayor de los silencios.
Sobre los durmientes de hormigón
pretensado, una tablet anónima guardaba los secretos de una vida. La pantalla
aún mostraba los agonizantes píxeles de una imagen en la que unos labios
dibujaban una sonrisa exhalando un suspiro sobre una flor.
Aquélla imagen
parecía congelar el instante en el que los frágiles vilanos de una sencilla
giralda sucumbían a un dulce aliento, dispersando al viento sus frutos, como
las anónimas almas que aquél día encontraron su destino.
Tras su perfil, tres letras, una
palabra, un nombre, una vida: Noe.
Los leds del ipad dejaron de
emitir sus lentos destellos azules al no encontrar una posibilidad de conexión.
A los pocos segundos, el diodo se apagaba en un último intento de ahorrar su
débil energía.
La pantalla táctil del ipad, se
fundió en negro para siempre. A pocos metros, se murió una vida, se despidió un
alma.
(…)