Desde mi ventana
Y esta es mi ventana. La ventana
desde la que me asombro atónita a veces, crítica en otras o como,
las más de
las ocasiones, una empedernida vividora de experiencias propias y ajenas.
No ocultaré que habré de fingir
vivir las vidas de otros o que por momentos deberé esconder la identidad de
quienes protagonizarán la historia que relate, pero ese ha sido mi compromiso
tácito con todas y todos los que me enviáis vuestros correos y mensajes compartiendo
vuestras vidas e impresiones.
Tampoco desdeñaré la idea de
opinar de cuanto por desgracia o fortuna ocurre a nuestra vera, aún a sabiendas
de que no siempre sea yo la que lo piense o quien piense lo que diga, pero
amigos lectores y seguidores, permitidme que ese secreto lo guarde con el celo
que merece la discreción oculta de quien no sabe o simplemente no desea mostrar
su alma.
Fuere como fuese, bienveni@s a la
vida desde mi ventana.
Sara
Sara es un encanto de mujer. Una
mujer como tantas y como tan pocas que día a día lucha por no vivir sola.
Dulce, culta, guapa y, … frágil. Quizás muchas nos identifiquemos con su perfil
o quizás sean más las que prefieran no ser como Sara. El caso es que Sara ha
vivido los sabores y amarguras de vivir dos veces sus propios errores para
terminar sintiéndose sola.
Cuando el azar de la redes nos
puso en contacto, no fueron pocas las ocasiones en las que las noches se
convertían en cómplices de nuestras largas sesiones de conversiones por chat.
He aquí que con el tiempo me
convertí en la depositaria de una confidencia con la que muchas hemos soñado en
secreto y de la que otras han disfrutado en el anonimato.
Me contaba Sara que sus dos
matrimonios habían fracasado y que aún consciente de que no era mujer de
encuentros vacíos y sin un futuro, había conocido a un hombre con el que la
vida era distinta pero con el que nunca tendría una vida.
Era distinta porque le daba todo cuánto
una mujer desea vivir, todo cuánto una mujer necesita oír, ver y sentir. Sin
embargo, Sara sabía que la franqueza con que aquél hombre le había mostrado lo
imposible de encadenarse, impedía que Sara encontrase el amor.
Sara me trasladó en su día sus
dudas y con sinceridad, se convirtieron en las mías propias, pero llámese amor
o dígase sexo, lo único cierto es que ayer me alegré de encontrarme nuevamente
en la red con Sara. Me escribió desde la habitación de un Motel de Ontario y me
alegró saber que no era ni amor ni sexo, era …
¡¡ vivir ¡¡.
¡¡ vivir ¡¡.
Gracias Sara y hasta siempre
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