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Invitación

Si me lo permitís, os quiero contar una historia, pero no la leáis. Vividla mientras os la escribo. Disfruto de los sueños escribiendo sobre ellos, te invito a poner imágenes a mis palabras en el Club de los poetas muertos.

Cada vez que compartes, twuiteas o simplemente reconoces que te gusta, mujeres como María pueden seguir soñando.

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sábado, 3 de octubre de 2015

Desde mi ventana; Sara

Desde mi ventana


Las cosas no son cómo son, sino como nos parecen ser y a menudo su significado cambia en función del cristal a través del que se observan. Lo mismo ocurre con las palabras, sean escritas o habladas, dichas o escuchadas. La clave está en la ventana desde la que se vive.

Y esta es mi ventana. La ventana desde la que me asombro atónita a veces, crítica en otras o como,
las más de las ocasiones, una empedernida vividora de experiencias propias y ajenas.

No ocultaré que habré de fingir vivir las vidas de otros o que por momentos deberé esconder la identidad de quienes protagonizarán la historia que relate, pero ese ha sido mi compromiso tácito con todas y todos los que me enviáis vuestros correos y mensajes compartiendo vuestras vidas e impresiones.

Tampoco desdeñaré la idea de opinar de cuanto por desgracia o fortuna ocurre a nuestra vera, aún a sabiendas de que no siempre sea yo la que lo piense o quien piense lo que diga, pero amigos lectores y seguidores, permitidme que ese secreto lo guarde con el celo que merece la discreción oculta de quien no sabe o simplemente no desea mostrar su alma.

Fuere como fuese, bienveni@s a la vida desde mi ventana.

Sara

Sara es un encanto de mujer. Una mujer como tantas y como tan pocas que día a día lucha por no vivir sola. Dulce, culta, guapa y, … frágil. Quizás muchas nos identifiquemos con su perfil o quizás sean más las que prefieran no ser como Sara. El caso es que Sara ha vivido los sabores y amarguras de vivir dos veces sus propios errores para terminar sintiéndose sola.

Cuando el azar de la redes nos puso en contacto, no fueron pocas las ocasiones en las que las noches se convertían en cómplices de nuestras largas sesiones de conversiones por chat.

He aquí que con el tiempo me convertí en la depositaria de una confidencia con la que muchas hemos soñado en secreto y de la que otras han disfrutado en el anonimato.

Me contaba Sara que sus dos matrimonios habían fracasado y que aún consciente de que no era mujer de encuentros vacíos y sin un futuro, había conocido a un hombre con el que la vida era distinta pero con el que nunca tendría una vida.

Era distinta porque le daba todo cuánto una mujer desea vivir, todo cuánto una mujer necesita oír, ver y sentir. Sin embargo, Sara sabía que la franqueza con que aquél hombre le había mostrado lo imposible de encadenarse, impedía que Sara encontrase el amor.

Sara me trasladó en su día sus dudas y con sinceridad, se convirtieron en las mías propias, pero llámese amor o dígase sexo, lo único cierto es que ayer me alegré de encontrarme nuevamente en la red con Sara. Me escribió desde la habitación de un Motel de Ontario y me alegró saber que no era ni amor ni sexo, era …
¡¡ vivir ¡¡.


Gracias Sara y hasta siempre

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