Acabo de sentir la sustancia invisible de los cielos.
Y digo bien cuando digo sentir y no leer porque hacía
tiempo que la lectura no me transmitía nada, o al menos, nada más allá del
insípido significado de las palabras con las que, con mayor o menor acierto,
algunos escritores, aspirantes unos, consagrados otros, han venido distrayendo
a los ávidos lectores de historias que, al finalizar el regalo de un relato, se
han venido resignando a esperar que alguien, por fin, los cautive y les haga
vivir, sintiendo la magia de una historia.
Observaréis que escribo en pretérito, porque acabo de
descubrir "La Sustancia Invisible De Los Cielos (ESPASA NARRATIVA)
",
de un desconocido, al menos para mí, Ulises Bértolo, que con asombrosa
maestría, conjuga con imaginación, el infinito declinar de los sentidos.
Me he sentido cautivada por el sonido de la música, la
fragancia del sur de Francia, los sabores de los caldos, el tacto de las frías
piedras gallegas o las magníficas vistas de un viaje en el tiempo, a través del
cual, se recorre con armonía el imperio de los sentidos.
Me he sentido cautivada por el profesor Pascal, he
llorado la muerte de Elena, me he obsesionado por descubrir el misterio de
Vanier, me he abandonado a la elegancia erótica de un ménage à trois y me he
asomado al abismo del destino de la naturaleza humana.
Simplemente magnífico. No lo leáis; vividlo, sentidlo.
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