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Si me lo permitís, os quiero contar una historia, pero no la leáis. Vividla mientras os la escribo. Disfruto de los sueños escribiendo sobre ellos, te invito a poner imágenes a mis palabras en el Club de los poetas muertos.

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domingo, 4 de mayo de 2014

Lealtad y amor verdadero.

Lealtad y amor verdadero.

“La conferencia terminó a la hora prevista. No he podido dejar de estar ausente y aislada del evento. Me siento fascinada por el encanto e historia que rezuman las paredes del imponente salón con aromas andaluces, moriscos y castellanos. La piedra, el fierro forjado, la cerámica, todo parece estar íntimamente conectado para dar, al mismo  tiempo, un ligero toque de calidez y majestuosidad al lugar. Es, simplemente, maravilloso. Adoro esta ciudad.”

Noe cerró el archivo y guardó su ipad en el “biface” marrón que colgaba al hombro. Del bolsillo interior de su Luis Vuitton sacó un pequeño sobre y tras asegurar la hebilla plateada, dirigió sus pasos hacia la mesa situada al fondo del salón.

Allí, sentada sola, bajo la suntuosidad que desprendía aquel espacio con techos de doble altura adornados con arañas de cristal de Bohemia, cornisas de estuco blanco con ribetes dorados y con las paredes en tonos albaricoque y chocolate; Noe leyó una vez más aquella enigmática nota.

NO8DO. HALFXIII. 24H
"por la gran lealtat e amor verdadero"


Noe tenía que acudir a Sevilla. La nota, no encerraba en sí misma ningún enigma indescifrable para ella pero sabía que aquello era el primer paso a una aventura de sensaciones.

Contaban que el lema que desde antiguo acompañaba a la ciudad de Sevilla, partía de un acrónimo por el que Alfonso X premió la fidelidad de la ciudad hacia su persona, “por el amor” y “por la lealtad” con la que sus súbditos le colmaron en la guerra contra su hijo.

La elección del hotel tampoco encerraba mayor misterio y la hora del encuentro era más que explícita, pero seguía sin poder relacionar el tema de la conferencia con el noble salón de “La Cartuja” y menos aún, qué ocurriría a partir de entonces.

Había estado paseando por Sevilla toda la tarde. Poco antes de las diez se dirigía hacia el hotel, en la calle San Fernando, contemplando el pausado ritmo con el que las calesas apuraban las últimas rutas del día con turistas foráneos, que siempre acostumbraban a consumir los típicos tópicos de los lugares que visitaban.

Ella misma había disfrutado en su día del placer de los recorridos de los “enganches” por la ciudad. Desde la Plaza de España hasta el Puente de Triana, pasando por el Parque de Maria Luisa, había disfrutado de la belleza y del aroma a azahar de la ciudad en la primavera de aquel mismo año. Era una ciudad especial.

Conoció aquel hotel la primera vez que visitó Sevilla y seguía enamorada de su encanto. Era un edificio majestuoso y destilaba historia por sus cuatro vientos. Al contemplarlo desde la puerta de Jerez, invitaba a recrear la época en la que el Rey, al que el hotel  debía su nombre, inauguró tan emblemático edificio. Cuando se observaba desde la Fábrica de Tabacos, parecía que su fisionomía cambiaba a momentos menos gloriosos acordes a la época republicana, pero sin perder un ápice de su belleza e imponiendo, más si cabe, su histórico carácter.

A las diez de la noche en punto, Noe entraba al hotel desde su fachada principal, decorada con materiales más sencillos que la riqueza decorativa con la que paradójicamente se adornaban otras zonas del edificio.

Ya en el lobby del hotel, justo en el centro del concurrido espacio, se anunciaba la hora de la conferencia a cargo del afamado escritor y el salón en el que transcurriría la velada, bajo el sugerente título que refería: “El imperio de los sentidos”.

Noe le vió junto a los ponentes y al lado del autor, mientras éste firmaba con atención las numerosas solicitudes de los asistentes y respondía a los periodistas. No pudo dejar de mirarle entre la multitud y una extraña sensación recorrió su cuerpo.

Todos comenzaron a dirigir sus pasos al salón de la Cartuja.


(…)

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