Lealtad y amor verdadero.
“La conferencia terminó a la hora
prevista. No he podido dejar de estar ausente y aislada del evento. Me siento
fascinada por el encanto e historia que rezuman las paredes del imponente salón
con aromas andaluces, moriscos y castellanos. La piedra, el fierro forjado, la
cerámica, todo parece estar íntimamente conectado para dar, al mismo tiempo, un ligero toque de calidez y majestuosidad
al lugar. Es, simplemente, maravilloso. Adoro esta ciudad.”
Noe cerró el archivo y guardó su
ipad en el “biface” marrón que colgaba al hombro. Del bolsillo interior de su
Luis Vuitton sacó un pequeño sobre y tras asegurar la hebilla plateada, dirigió
sus pasos hacia la mesa situada al fondo del salón.
Allí, sentada sola, bajo la suntuosidad
que desprendía aquel espacio con techos de doble altura adornados con arañas de
cristal de Bohemia, cornisas de estuco blanco con ribetes dorados y con las
paredes en tonos albaricoque y chocolate; Noe leyó una vez más aquella
enigmática nota.
NO8DO. HALFXIII. 24H
"por la gran
lealtat e amor verdadero"
Ya en el lobby del hotel, justo en el centro del concurrido espacio, se anunciaba la hora de la conferencia a cargo del afamado escritor y el salón en el que transcurriría la velada, bajo el sugerente título que refería: “El imperio de los sentidos”.
Noe tenía que acudir a Sevilla.
La nota, no encerraba en sí misma ningún enigma indescifrable para ella pero
sabía que aquello era el primer paso a una aventura de sensaciones.
Contaban que el lema que desde
antiguo acompañaba a la ciudad de Sevilla, partía de un acrónimo por el que Alfonso
X premió la fidelidad de la ciudad hacia su persona, “por el amor” y “por la
lealtad” con la que sus súbditos le colmaron en la guerra contra su hijo.
La elección del hotel tampoco
encerraba mayor misterio y la hora del encuentro era más que explícita, pero
seguía sin poder relacionar el tema de la conferencia con el noble salón de “La
Cartuja” y menos aún, qué ocurriría a partir de entonces.
Había estado paseando por Sevilla
toda la tarde. Poco antes de las diez se dirigía hacia el hotel, en la calle
San Fernando, contemplando el pausado ritmo con el que las calesas apuraban las
últimas rutas del día con turistas foráneos, que siempre acostumbraban a
consumir los típicos tópicos de los lugares que visitaban.
Ella misma había disfrutado en su
día del placer de los recorridos de los “enganches” por la ciudad. Desde la
Plaza de España hasta el Puente de Triana, pasando por el Parque de Maria
Luisa, había disfrutado de la belleza y del aroma a azahar de la ciudad en la
primavera de aquel mismo año. Era una ciudad especial.
Conoció aquel hotel la primera
vez que visitó Sevilla y seguía enamorada de su encanto. Era un edificio
majestuoso y destilaba historia por sus cuatro vientos. Al contemplarlo desde
la puerta de Jerez, invitaba a recrear la época en la que el Rey, al que el
hotel debía su nombre, inauguró tan
emblemático edificio. Cuando se observaba desde la Fábrica de Tabacos, parecía
que su fisionomía cambiaba a momentos menos gloriosos acordes a la época republicana,
pero sin perder un ápice de su belleza e imponiendo, más si cabe, su histórico
carácter.
A las diez de la noche en punto,
Noe entraba al hotel desde su fachada principal, decorada con materiales más
sencillos que la riqueza decorativa con la que paradójicamente se adornaban
otras zonas del edificio.
Ya en el lobby del hotel, justo en el centro del concurrido espacio, se anunciaba la hora de la conferencia a cargo del afamado escritor y el salón en el que transcurriría la velada, bajo el sugerente título que refería: “El imperio de los sentidos”.
Noe le vió junto a los ponentes y
al lado del autor, mientras éste firmaba con atención las numerosas solicitudes
de los asistentes y respondía a los periodistas. No pudo dejar de mirarle entre
la multitud y una extraña sensación recorrió su cuerpo.
Todos comenzaron a dirigir sus
pasos al salón de la Cartuja.
(…)
No hay comentarios:
Publicar un comentario