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Si me lo permitís, os quiero contar una historia, pero no la leáis. Vividla mientras os la escribo. Disfruto de los sueños escribiendo sobre ellos, te invito a poner imágenes a mis palabras en el Club de los poetas muertos.

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martes, 20 de mayo de 2014

El encargo

El encargo

Laura llevaba tiempo ocupándose del tema. Hubiera preferido cubrir la noticia del accidente, incluso por su repercusión, el asunto del asesinato le había parecido de mayor interés periodístico para la revista. Pero el equipo de redacción había decidido que aquellos asuntos se tratarían en el periódico, mientras que el tema de los productos financieros era más propio de un trabajo de investigación que de la crónica de sucesos, por lo que decidieron que se trataría en la revista semanal.

Cuando comenzó su investigación, el asunto no parecía tener mayor relevancia que la de una simple reclamación de afectados que luchaban, cuál David contra Goliat, por recuperar los ahorros de toda una vida, de las garras de la entidad bancaria de turno.

Sin embargo, Laura, a medida que profundizaba en el caso, intuía que había algo más, algo cuya pista acababa siempre de bruces en la antesala de lujosos despachos, lo que, sin duda, le invitaba a tirar del hilo.

Había comenzado su trabajo en los edificios del Juzgado. Decidió reunirse con la joven procuradora que representaba a los afectados. Era una mujer dinámica, simpática y dulce. Sorprendía que fuese capaz de mantener una conversación medianamente inteligible al tiempo que atendía el incansable teléfono móvil que, durante toda la entrevista, jamás dejó de sonar. Mientras recorrían los pasillos del moderno edificio, la joven despachaba con soltura las llamadas y las solicitudes de los funcionarios que reclamaban su atención sobre temas de lo más diverso. Sin embargo, la joven no parecía alterarse y respondía con amabilidad a cada una de sus preguntas.

Laura había averiguado el nombre del abogado que había aceptado llevar la causa al tribunal y supo, por la procuradora, que el asunto se encontraba en punto muerto. El Juez había decidido someter la cuestión a un equipo de expertos mediadores que intentarían encontrar una solución amistosa con la entidad financiera.

Sin embargo, Laura también descubrió que aquél no era el único asunto denunciado, que los casos se amontonaban, que el número de afectados crecía día a día y que surgían por toda la geografía.

No pudo evitar que un dato llamase su atención, en todos los casos parecía existir un denominador común; la entidad financiera y los nombres de quienes parecían partir todas las decisiones. En aquella historia había algo más y Laura decidió que tenía que investigarlo.

Antes de despedirse de la joven, había conseguido arrancar su compromiso de facilitarle una entrevista personal con los afectados y con su abogado. De una u otra forma, había que obtener datos y aquella le parecía la forma más eficaz y rigurosa de obtener información, acudiendo a la fuente, y no se equivocó.

Tras despedirse e intercambiarse los números de teléfono, Laura salió del edificio. Fuera hacía frío y llovía. El viento azotó su rostro y pronto su mente dejó de lado el motivo que la había llevado allí. Aún recordaba aquella noche. Lo cierto es que no podía dejar de pensar en ello, no podía evitarlo y la verdad es que le gustaba. Envío un mensaje desde su celular y montó en el taxi que acababa de llegar para recogerla.


(…)

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