Mi mundo virtual

Mi mundo virtual
Mi mundo virtual

Invitación

Si me lo permitís, os quiero contar una historia, pero no la leáis. Vividla mientras os la escribo. Disfruto de los sueños escribiendo sobre ellos, te invito a poner imágenes a mis palabras en el Club de los poetas muertos.

Cada vez que compartes, twuiteas o simplemente reconoces que te gusta, mujeres como María pueden seguir soñando.

Búscame

sábado, 25 de enero de 2014

¿Os imagináis la mejor historia jamás contada?

¿Os imagináis la mejor historia jamás contada?

Si existiese, sin duda alguna sería aquella que se cuenta mientras se escribe y se escribe por todos los que la cuentan. Por eso, desde la atalaya del anonimato os reto a continuar contando una historia que empieza hoy, desde un lugar cualquiera, por el simple placer de escribir y de leer, por la simple necesidad de imaginar un final incierto.

PPSMMP

Esta historia comienza hoy, un veinticinco de enero del año 2014, un día cualquiera en la vida de muchos de los que os contarán cuándo, dónde y cómo surgió una forma distinta de crear y contar una idea inimaginable.

Las experiencias, los sueños, los dramas, las vidas y las inquietudes que estáis a punto de descubrir, son tantas como los protagonistas que a lo largo de este hilo comienzan hoy su infinito peregrinaje.

Una historia, un poema, una novela, un relato que tiene su inicio y su trama, pero del que jamás se conocerá su desenlace. Simplemente, una historia sin Fin.

Cuál mensaje en una botella, los encriptados bytes que hoy se gestan en mi pantalla comienzan un incierto camino a ninguna parte, recalando en los puertos que la virtualidad de la red tengan a suerte decidir.


(…)

Año 1968. Agosto. España

Por aquél entonces llegó a este mundo una vida inocente en un lugar que, al menos hoy,  prefiero ocultar. Su llanto rompió el sofoco del instante y entre la angustia del momento y el insufrible bochorno, anunció su llegada a los allí presentes.

La ajada matrona que asistía al parto apenas tuvo tiempo de anunciar a la madre el sexo de su progenie, cuando, entre prisas y abruptos pasos abandonó la estancia. Una joven e inexperta asistenta, aún movida por la emoción del instante, acogió entre sus brazos aquél nacimiento al tiempo que lo arropaba entre frías sábanas de hospital.

Fueron aquéllos los primeros labios en besar su rostro y su sonrisa, la primera bienvenida amable a la vida de la que aquél diminuto ser, disfrutó. Aún breve, fue intenso aquél instante.

Elisa, como al parecer se llamaba la asistenta, pronto cedió la emoción del momento a la sufrida madre que aún entre llantos y dolores, se afanaba por tener entre sus brazos la ilusión de su vida contenida durante meses.

Al otro lado de la puerta de aquella habitación, blanca y huérfana de ornamento, el irrespirable ambiente de un angosto cuarto de espera ocultaba la figura de un hombre alto, apuesto, rudo de carácter pero abandonado a los inevitables nervios de un padre primerizo.

Mientras apuraba su último cigarrillo, repasaba preocupado las necesidades a las que pronto debería enfrentarse para dar a su hijo lo que nunca había recibido de sus padres. Aunque frío de sentimientos y no muy dado a las alegrías fáciles, no puedo por menos que disfrutar orgulloso del momento. Difícil sería discernir si el motivo de su orgullo era su reciente paternidad o la hombría de su heredero, aunque con probabilidad, la virilidad era un importante argumento del que alguien sin posibles, dura vida y escasa oportunidad de estudios, podía presumir.